La empresa familiar, donde confluyen negocio y familia, no escapa al conflicto y dependiendo de la gestión que se haga del mismo es posible que la misma termine fortaleciéndose y garantizando su pervivencia, o bien, debilitándose hasta el punto de desaparecer.
El conflicto es algo natural, inherente a la vida y por lo tanto normal en las relaciones entre las personas. De hecho funciona como un motor de crecimiento que nos hace evolucionar a nivel individual y como sociedad. El problema es cuando dicho conflicto se gestiona de una manera negativa que puede llevar a la violencia e incluso a destruir las relaciones entre las personas u organizaciones. Y es que según un dicho Semai, pueblo que habita en Malasia conocido por ser uno de los más pacíficos del mundo, «hay más razones para temer una disputa que a un tigre».
Desde nuestra perspectiva profesional, consideramos la gestión de los conflictos en las empresas familiares de vital importancia porque un inapropiado tratamiento puede hacer peligrar la empresa, que en definitiva es el sustento de la familia.
De hecho, estas sociedades son el motor de la economía mundial y por supuesto de España. Según el Instituto de la Empresa Familiar suponen el 85% sobre el total de empresas (http://www.iefamiliar.com/web/es/cifras_familia.html).
¿Qué tipo de situaciones nos encontramos como profesionales de la gestión de conflictos en la empresa familiar?
Sin entrar a describir todas las posibles situaciones que se dan en el marco de la empresa familiar, podemos citar ejemplos que nos han surgido durante la práctica y que son consecuencia de la interacción entre familia, propiedad y empresa: Visiones de negocio o gestión diferentes, dificultades de comunicación entre socios y/o trabajadores, diferencias en la sucesión del fundador, relevo generacional, confusión en las responsabilidades de cada uno, disputas familiares que se trasladan al día a día de la empresa, salida de alguno de los socios de la empresa, el trabajo de los socios en la empresa y su retribución, la entrada de familiares no socios o parientes políticos como trabajadores de la empresa…
¿Cómo intervenimos en la empresa familiar?
Nuestra primera tarea como profesionales es analizar el caso concreto para diseñar la intervención idónea. Entre las múltiples herramientas con las que trabajamos se encuentra la mediación.
La mediación ofrece un espacio de diálogo neutral, propicio para afrontar dichos temas, dando especial relevancia a las necesidades de todas las partes, consiguiendo una negociación constructiva que respeta y cuida las relaciones familiares.
Durante varias reuniones, que pueden ser conjuntas o en privado con cada familiar, el mediador asiste a las partes desde la neutralidad para que puedan alcanzar los pactos que se recogerán en el acta final de mediación y que posteriormente tomarán forma jurídica (protocolo familiar, escritura pública, acuerdo de junta de socios…).
La mediación en la empresa familiar potencia la toma de decisiones por los intervinientes, como expertos tanto de los aspectos profesionales como familiares de su propia empresa.
Se asienta, entre otros, sobre los principios de confidencialidad y voluntariedad, lo que implica que las partes pueden hablar en un espacio de seguridad de todos aquellos temas que les interesen y que por supuesto pueden iniciarla y abandonarla cuando deseen.
La intervención puede ser de carácter preventivo, principalmente ayudando a consensuar entre los familiares el protocolo familiar, que constituye el conjunto de pactos desarrollado por los socios para lograr un modelo de comunicación y de toma de decisiones que regule las relaciones entre familia, propiedad y empresa. También servirá para que futuros conflictos que nazcan en el seno de la familia no afecten a la marcha empresarial y, al revés, que los conflictos empresariales no perjudiquen las relaciones personales y familiares.
Y en otros supuestos, en los que ya ha surgido el conflicto que afecta a la marcha de la empresa y a la relación familiar, la intervención del mediador se centrará en ayudar a las partes a superar el escollo y proseguir con su actividad de una manera productiva y restaurando en la medida de lo posible la situación afectiva.
En nuestra práctica observamos que son múltiples las ventajas que obtienen las partes en el procedimiento de mediación. En la mayoría de los casos mejora la situación, resolviéndose el problema y en otros, sirve a las partes para obtener más claridad sobre la situación y así tomar las decisiones que les permite lograr sus objetivos.